Dieta milagro: el atajo hacia la obesidad
Prometen resultados inmediatos y sin esfuerzo en poco tiempo. Sin embargo, producen un ‘efecto yoyó’ al perder peso y músculo y recuperar grasa.
Sin esfuerzo, en un abrir y cerrar de ojos y sin riesgos para la salud. Ese es habitualmente el reclamo de las dietas milagro, que prometen resultados casi inmediatos y se alejan de cualquier recomendación nutricional con base científica que se precie. «Normalmente están recomendadas por gente famosa que no está vinculada al ámbito científico y detrás tienen un interés económico», más que la promoción de una alimentación sana, explica Lourdes Carrillo, coordinadora del Grupo de Nutrición y Alimentación de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria.
Clotilde Vázquez: «Si alguien quiere estar gordo, entonces debe hacer una ‘dieta milagro’, es como programar la obesidad a base de hacer dietas incorrectas»
Esta alimentación conlleva una gran restricción calórica, que provoca carencias en vitaminas y minerales, además de alteraciones metabólicas. Por eso, Clotilde Vázquez, jefa de Sección de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, afirma categóricamente que «si alguien quiere estar gordo, entonces debe hacer una dieta milagro; es como programar la obesidad a base de hacer dietas incorrectas».
El hecho es que estos regímenes, ya sean hipocalóricos, restrictivos o disociativos, producen una pérdida de peso rápido. Sin embargo, lo que se reduce es la masa muscular y no la grasa, que sería lo indicado. Según Albert Lecube, coordinador de la Unidad de Obesidad del Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona, «los milagros no existen. Una dieta durante poco tiempo, con gran pérdida de peso, sin que éste se recupere, es imposible de encontrar».
‘Efecto yoyó’
Las dietas milagro se pautan para un corto periodo de tiempo durante el cual no se enseñan ni se adoptan hábito saludables, «sino que se trata de perder peso a base de hacer restricciones con cualquier truco -ya sea tomando sólo piña o alcachofa-«, dice Vázquez. Por ello, al volver a la alimentación habitual se aumenta el aporte calórico y se gana, generalmente, más peso, lo que se conoce como el efecto yoyó o rebote.
Lourdes Carrillo: «Se produce un círculo vicioso, en el que se hace la ‘dieta milagro’, se pierde peso -masa muscular-, y se recupera en forma de grasa»
«Se produce un círculo vicioso, en el que se hace la dieta, se pierde peso y se recupera en forma de grasa», y vuelta a empezar; hay pacientes que acumulan una dieta tras otra en busca de un cuerpo ideal e inmediato, desmoralizados por el efecto rebote que sufren. «Así se produce un desequilibrio metabólico que reduce las necesidades basales y energéticas, y que se relaciona con el cambio en la composición corporal», dice Carrillo. «Las dietas milagro provocan que personas con un ligero sobrepeso, o incluso sin él, pueden llegar a ser obesas», apunta Vázquez.
Lecube, Carrillo y Vázquez alertan sobre la promoción de productos que ayudan a adelgazar, cuya eficacia no está demostrada, aunque no supongan un peligro para la salud.
Lo ideal
Como norma general no debe adoptarse una dieta de menos de 1.000 calorías o que recomienden un alimento o restrinja varios. Además, sentir fatiga, la pérdida de más de 1 kg a la semana, el olor a acetona en el aliento, una masa muscular debilitada, o un pelo lacio y uñas frágiles, indican que se están siguiendo una dieta incorrecta. Según Vázquez, más que los kilos -la reducción entre 0,5-1 por semana sería lo ideal-, lo que importa en el adelgazamiento son el perímetro abdominal y el porcentaje de grasa. «Hay que popularizar la cintura como la medida para saber si un adelgazamiento es correcto. De esta forma se establece que cada kilo perdido equivale a un centímetro menos de cintura, si no ocurre así se está perdiendo masa muscular, que es lo que mantiene la tasa metabólica».
Las más conocidas
De todos los colores y sabores, las dietas milagro proliferan sin cesar. Desde la dieta Montignac, la de la piña, la de la alcachofa, hasta el último grito, la dieta sin gluten, todas proclaman y aseguran una gran pérdida de peso, sin apenas esfuerzo y avaladas por supuestos métodos científicos que garantizan su cuidado de la salud. Algunas de las más populares son:
Dieta Dukan. Probablemente una de las dietas más conocidas y publicitadas en la actualidad, basa la alimentación en 100 alimentos de origen animal y 28 vegetal. Establece cuatro fases: una en la que se pierde peso muy rápido y en la que se ingieren sólo alimentos con alto valor proteico. La siguiente añade algunas verduras y hortalizas, y la tercera, de consolidación, prohíbe el pan, el queso, las patatas, el arroz, el maíz y las frutas. La cuarta, en la que se establece la dieta que habrá de mantenerse en el tiempo, requiere elegir un día para consumir sólo proteínas, además de obligar a tomar 3 cucharadas de avena al día.
Dieta Atkins. Nacida en los años 70, aún mantiene su popularidad. Consiste en una alimentación compuesta en un 90 por ciento por proteínas procedentes de carnes, pescado, marisco, huevos, queso, aceite… y en un 10 por ciento por hidratos de carbono, contenidos en algunas verduras y hortalizas, evitando pasta, cereales, arroz, patatas, frutas, legumbres, harinas, alcohol… y manteniendo pequeñas cantidades de lácteos en forma de leche y yogur, y verduras farináceas, como las zanahorias, las berenjenas o el calabacín… Explica la pérdida de peso según un mecanismo básico del metabolismo y catabolismo del cuerpo humano: al limitar la ingesta de carbohidratos, principal fuente de energía, el cuerpo recurre a otros nutrientes para producirla.
Dieta disociada. Desde los años 20, este régimen recomienda no mezclar alimentos puesto que es precisamente su combinación la responsable del aumento de peso. Sostiene la teoría de que los hidratos no pueden ser consumidos junto con las proteínas, ya que éstas se digieren en medio ácido y los primeros en medio alcalino. Se limitan o prohiben alimentos como el pan y el aceite, leche, frutas, casi todas las verduras, pan, pasta, cereales, arroz, féculas, legumbres, azúcar, dulces, etc. No corrige hábitos poco saludables y puede resultar perjudicial si se sigue durante mucho tiempo al incluir un bajo valor calórico.
Dieta de la clínica mayo. Pese a su nombre, la Clínica de Rochester no ha dictado las pautas de este régimen, que se basa en el consumo de huevos, pudiendo recomendarse entre 4 y 6 diarios. Se permite también tomar pescados, aves, carnes, verduras, frutas, frutos secos y productos integrales, siempre cocinados sin grasas. El té y el café son las únicas bebidas autorizadas y se excluyen totalmente los productos lácteos. La ingesta diaria total ronda las 1.200 calorías, y puesto que la grasa se quema muy rápido pueden producirse cuadros de acidosis y cetosis, además de un déficit importante de calcio y otros nutrientes.
Dieta de la sopa ‘quemagrasas’. Seis cebollas, dos ramilletes de apio, dos pimientos verdes, medio kilo de tomates y un repollo, con un cubito de caldo, sal y pimienta, son los ingredientes de la sopa quemagrasa, de bajo índice calórico, que puede comerse en todo momento cuando se sienta hambre. Publicitada como una dieta diurética, permite consumir frutas, verduras, arroz integral, un poco de carne de vacuno, leche desnatada, zumos, té sin azúcar y café. No proporciona suficientes aminoácidos y ácidos grasos esenciales, calcio, hierro y vitaminas A, D, E y K.
Isabel Gallardo Ponce
Fuente: Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, y Estrategia NAOS.
http://www.diariomedico.com/2013/01/28/area-profesional/entorno/dieta-milagro-atajo-hacia-obesidad
Noticia cedida por cortesía del Dr. Francisco Mata