El Pleomorfismo: la Teoría maldita del origen de la vida (2/ 2)
La teoría de que los gérmenes causan la enfermedad de Pasteur, dio a luz la era farmacológica. Si la medicina hubiera adoptado la teoría de que la enfermedad causa los gérmenes de Bèchamp (proseguido de las aportaciones de los doctores Brewer, Warburg, Pauling y otros), una nueva medicina holística y verdadera se habría desarrollado, invirtiendo en el negocio de la salud celular en vez de en el de la enfermedad.
Bèchamp probó que todas las células de los sistemas orgánicos contienen estas microzimas, que siguen viviendo una vez el organismo ha muerto. Es en ese momento que las microzimas se transforman en microorganismos, que salen de las células y se transforman en hongos, mohos y gusanos que finalmente se comen el organismo muerto. Finalmente, dichos microbios derivados de la putrefacción, desaparecen para convertirse de nuevo en las partículas subatómicas iniciales.
Bèchamp afirmaba: «Mientras que los microsomas de las bacterias destruidas también viven, lo que sigue es que estos microsomas son el final vivo de toda la organización celular que, a su vez, se convierten en todas las cosas vivas, seres, órganos, todo. Son el fin y el principio de toda la vida física. Todas las células, órganos, todas las formas vivas se construyen a partir de estos pequeños cuerpos».
Demostró que «todas las materias orgánicas naturales (materias que vivieron alguna vez), protegidas absolutamente de los gérmenes atmosféricos, invariable y espontáneamente se alteran y fermentan porque ellas, necesaria e intrínsecamente, contienen dentro de sí mismas los agentes de su espontánea alteración, digestión, disolución».
Bèchamp afirmaba con acierto que las células de nuestro cuerpo no son atacadas por gérmenes externos portadores de enfermedades, como sugiere la teoría de Pasteur, sino que nuestras células se deterioran, degeneran y dañan por el estrés oxidativo de la vida diaria o por toxinas introducidas ambientalmente (físicas, químicas, radiactivas, electromagnéticas…). De esta forma, el metabolismo aumenta su acidez y, finalmente, la célula se autodestruye por el ciclo ya descrito de la activación de los microsomas.
Él sabía que si se mantiene la célula sana, gracias a un conjunto de medidas que favorecen el equilibrio del «terreno», los microsomas no entrarán en acción porque no existirá acidez suficiente para que la célula fermente y se pudra.
Bèchamp hablaba de que los microbios surgen cuando las células mueren o están enfermas por un proceso parecido a la fermentación del vino, la cerveza o los vegetales.
Pero estas microzimas no son dañinas, sino todo lo contrario. Cuando se transforman en virus, bacterias y hongos, ayudan a las células y al medio extracelular (espacio de Pischinger) en su continua adaptación y equilibrio homeostático. Pero, a veces, cuando la toxicidad (inflamación) se vuelve asfixiante, los microbios se harán patógenos.
En el río, el agua fluye y no hay patógenos. En el charco, el agua se empantana y se vuelve tóxica, apareciendo los gérmenes perjudiciales. Cualquier enfermedad degenerativa, surge de la excesiva toxicidad ambiental que acidifica los tejidos y órganos. Y ese ambiente es el que provoca la aparición de los virus y bacterias patógenos. El contagio solo es posible si el terreno del hospedador lo permite. Lo que la teoría del germen no pudo explicar entonces, y ahora tampoco, es: ¿De dónde vienen los gérmenes?
El problema es que la investigación médica precisa la extracción de muestras, aislarlas en tubos de ensayo o en placas de Petri, estudiarlas al microscopio… y, en ese proceso, las células vivas mueren y se degeneran apareciendo microbios que en el interior del cuerpo no se encuentran.