Psicología Simbiótica
La Psicología Simbiótica considera la salud como el estado natural y la enfermedad como el resultado de perder las condiciones que llevan a la autorregulación sintrópica. Los mismos principios que mantienen la salud a nivel micro funcionan en lo macro; así que tanto a nivel físico, como anímico, mental y social hay que guiarse por las señales de bienestar (el sistema se mantiene en sintropía) y señales entrópicas (pérdida de energía, dolor, infecciones, irritabilidad, ansiedad, conductas lesivas…), para corregir los elementos desequilibrantes.
Somos sistemas abiertos en continuo intercambio-nutrición. Es nutritivo lo que facilita energía y un nivel de organización superior. El mutualismo en biología es un tipo de interacción entre individuos de diferentes especies donde ambos se benefician y mejoran su aptitud biológica. Cuando esta relación implica una dependencia mutua entre los individuos podemos denominarla simbiosis. Un acercamiento simbiótico a la psicología significa usar la visión mutualista como referencia de la óptima nutrición psicofísica. En la línea de la psicología positiva, supone considerar la salud como el estado natural y la enfermedad como el resultado de perder las condiciones que llevan a la autorregulación sintrópica. Como afirma el doctor en biología celular estadounidense Bruce H. Lipton la evolución no se da merced a la victoria del fuerte en la lucha por la supervivencia, sino a la cooperación. Siendo los organismos con mayor capacidad de trabajar conjuntamente los que sobreviven pues hacen perdurar el ecosistema.
También según el propio Lipton “Existen dos mecanismos de supervivencia: el crecimiento y la protección, y ambos no pueden operar al mismo tiempo. La química que provoca la alegría y el amor hace que nuestras células crezcan, y la química que provoca el miedo hace que las células mueran.”
La integración mente-cuerpo es fácil de reconocer a nivel celular. Cada individuo es receptor de las señales que la actividad celular envía bioquímicamente en forma de sensaciones, emociones y otras manifestaciones físicas. A su vez transforma el medio de la célula con su comportamiento, incluyendo la actividad cognitiva y la intención. Todas las células de nuestro organismo son sensibles a las emociones y a nuestros pensamientos y comportamiento. Tienen en su membrana receptores para diferentes moléculas que activan o no determinados genes del ADN nuclear. Así que el ADN no controla nuestra biología, sino que es el ADN el que está controlado por las señales que viajan por la matriz extracelular (epigenética). Y aquí llegan también los mensajeros químicos de las emociones, péptidos fruto de la actividad nerviosa, cerebral (pensamientos, percepciones, etc.) o entérica (segregados por las neuronas de la pared intestinal o por bacterias de la flora).
Weigent y col. demostraron que las células del sistema inmune además de contar con receptores para la mayoría de los péptidos neuroendocrinos, pueden sintetizar hormonas y que, al igual que las linfoquinas secretadas por los linfocitos afectan los tejidos neuroendocrinos, las hormonas neuroendocrinas pueden afectar la función inmune. El sistema inmunitario actúa, por tanto, como un órgano sensorial; debido a que puede ser sensible a estímulos no cognitivos que no son reconocidos por el sistema nervioso central o periférico tales como virus, bacterias, tumores y antígenos, ante los que las células inmunológicas segregan citoquinas y hormonas que llevan la información a los tejidos neuroendocrinos. De igual manera, los estímulos detectados por el sistema nervioso son transformados en señales químicas que originan cambios fisiológicos en las células inmunes.
Una vez más reconocemos la célula como unidad funcional, sensible a los cambios del medio exterior y a los cambios cognitivos y cuyo bienestar o malestar implica el del tejido-sistema-organismo del que forma parte. Para ella, el individuo es el planeta en el que habita. La escasez de recursos, contaminación, cambios drásticos en el pH o en general un entorno hostil, que obligue a la defensa permanente, suponen deterioro y si no hay capacidad de adaptación la muerte.
La salud celular es la del organismo. Los mismos principios que mantienen la salud a nivel micro funcionan en lo macro; así que tanto a nivel físico, como anímico, mental y social hay que guiarse por las señales de bienestar (el sistema se mantiene en sintropía) y señales entrópicas (pérdida de energía, dolor, infecciones, irritabilidad, ansiedad, conductas lesivas…), para corregir los elementos desequilibrantes. Todo aquello que provoca reacciones inflamatorias (en lo psicológico síntomas inflamatorios serían desde los pensamientos obsesivos a la ansiedad o ira) da una pista de por dónde intervenir.
Un ejemplo con el que a menudo tratamos en consulta es la respuesta de ansiedad, un estado de desequilibrio autonómico en que el Sistema Nervioso Simpático se dispara, fallando la regulación del Sistema Nervioso Parasimpático. La sintomatología asociada aparece en todos los órdenes (fisiológico, cognitivo y conductual). En vez de simplemente combatir el síntoma a un nivel bioquímico (por ejemplo, con un fármaco o fitoterapia) buscamos qué nos ha apartado de la homeostasis, manteniendo y exacerbando la respuesta simpática (síntoma) de ansiedad. Exploramos el terreno entérico (sistema digestivo y microbiota intestinal), autonómico (las respuestas simpáticas disfuncionales) y central (pensamientos, creencias limitantes, modalidades de la representación interna de la experiencia ansiógena) junto al entorno familiar/social/económico.
Y como elemento vertebrador del proceso está la consciencia, el nivel superior de organización que influye a todos los demás. Atendemos a las sensaciones físicas, emocionales y pensamientos observándolos desidentificados de ellos, así es más fácil sustituir los tóxicos por beneficiosos. Como ya mencionamos, en un campo unificado de conciencia cualquier cambio influye en todos los elementos de ese campo, así que desde el Observatorio (término utilizado en la escuela de psicología transpersonal Escuela de Navegantes, el Observatorio es el darse cuenta, la percepción sin interpretación. Un lugar de conciencia que engloba, interrelaciona y permite organizar los niveles psico-físico-emocionales) podemos modificar jerárquicamente desde los pensamientos hasta, como hemos visto, la fisiología celular. A lo largo de más de veinte años de práctica con multitud de pacientes y alumnos hemos comprobado cómo un adecuado entrenamiento en relajación psicofísica, que incluya desarrollar el Observatorio (en los últimos años incluso la psicoterapia cognitivo-conductual lo ha incorporado como herramienta terapéutica, denominándolo “Atención o Conciencia Plena” o Mindfullness) permite esa activación parasimpática que disuelve la ansiedad y hace remitir la sintomatología psicosomática.
Asimismo hemos comprobado que en muchas ocasiones la mejora se dificulta o impide cuando hay déficits nutricionales (por ejemplo de aminoácidos o vitaminas esenciales) o tóxicos presentes en el organismo.
Por ello utilizamos un abordaje multinivel combinando el cuidado de la microbiota intestinal y del propio sistema digestivo (con una alimentación adecuada y algunos suplementos simbióticos y evitando biocidas, pensamientos tóxicos…), con el reequilibrio autonómico (técnicas de relajación, bioenergética, psicoterapias corporales y neuromusculares de borrado de improntas emocionales, etc.), del sistema nervioso central (habilidades cognitivas, de atención y consciencia) y entorno familiar y socioeconómico. Así actuamos tanto en el medio externo como el interno, recuperando la homeostasis y la salud psicofísica.
Para generar bienestar hemos de facilitar la correcta danza de la vida. Y es esencial para ello cuidar nuestros pensamientos y comportamientos para que generen salud celular y prestar atención al que es el “hogar” de nuestra casa-organismo: el sistema digestivo, especialmente el intestino, la sede del segundo cerebro, el entérico, y de la microbiota, mientras seguimos las señales que nos guían por el sendero del bienestar.
(Extraído del capítulo «Microbiota y Psicología. Psicología Simbiótica.» del libro «Microbiótica»)
Jesús Mier. Psicólogo Clínico.
j.mier@elbienestar.es