Los siete niveles de alimentación
En cualquier entorno social o cultural se observa un desarrollo de siete diferentes niveles relacionados con la alimentación. Esto significa que para los observadores de los sistemas de alimentación de cualquier país sólo existen siete posibilidades de abordar este tema, es decir, siete actitudes ante el proceso nutricional de nuestro cuerpo y las demás estructuras energéticas que lo complementan.
Algunas veces se observa una combinación de estos siete niveles dependiendo siempre de qué momento, lugar o estación nos encontremos.
Estos siete niveles de alimentación se corresponden con siete niveles de evolución energética y de la consciencia. Algunos filósofos consideran que el discernimiento se desarrolla en siete niveles adaptados y actualizados a nuestro tiempo y le han asignado edades a cada uno de ellos desde el momento del nacimiento en que predomina la alimentación mecánica hasta el de la madurez a partir de los cincuenta en el que la experiencia nos permite elegir libremente.
Para llegar al nivel más alto sin retroceder tenemos que estar muy limpios, sentirnos muy claros, ser disciplinados, metódicos, abiertos, flexibles e independientes a todos los niveles, ya sean culturales, sociales y políticos y no creer que hemos llegado a ninguna parte, es decir, sentirnos libres de toda vanidad.
La iluminación se caracteriza por la ausencia de “todo” o la unión directa con la fuente original. Estos niveles están unidos entre sí y a lo largo de nuestra evolución iremos recorriéndolos todos uno a uno y probablemente volveremos atrás muchas veces, hasta alcanzar el más alto nivel que nos hará conscientes de cada una de las células de nuestro cuerpo. De esta manera no tendremos necesidad de retroceder.
Para saber en qué nivel te encuentras lee cuidadosamente cada uno de estos niveles y averigua con cuál te identificas o cuál es tu actitud actual.
Nivel 1: Alimentación mecánica
Este proceso de alimentación funciona por inercia y es igual a la que se utiliza en el vientre materno en que no nos planteamos lo que vamos a comer; es decir, es una alimentación sin conocimiento ni deseo y en la que no interviene ninguno de los dos. Algunas personas adultas siguen practicándola automáticamente. Este sistema espontáneo funciona cuando el cuerpo emite una sensación de hambre, desconectada completamente del sentido del gusto y del color. Son personas que no están conectadas con el factor sentimental y gustativo. No encuentran la comida ni salada ni dulce. Siempre comen a la misma hora aunque no tengan hambre. Deben experimentar la sensación de que están llenos, necesitan sentir una sensación de pesadez o densidad en el estómago. No se plantean sus necesidades, comen para saciar el hambre. Es el nivel más primitivo. Da igual que la carne esté cruda o cocida, les es indiferente. Esta misma actitud es aplicable a la bebida. Conozco alguna persona que abre la garganta y traga un litro de vino, leche o agua sin apenas darse cuenta y cuando le preguntas si ha notado el sabor dice que no ha notado nada, le da igual. Es como si la sensación de sutileza y ligereza en su cuerpo les diera miedo e inseguridad. Parece que les provoca debilidad y están a punto de caerse. Necesitan constantemente la sensación de pesadez como si su cuerpo pesara una tonelada. Así se sienten muy seguros arrastrándolo sin apenas movimientos ágiles y de flexión.
Otro ejemplo de la alimentación mecánica es cuando estamos en estado grave de salud y no podemos ingerir alimentos directamente y nos alimentamos de suero. Esto sería también un proceso mecánico.
Nivel 2: Alimentación sensorial. Comer con los ojos
En esta alimentación intervienen todos los sentidos. Está basada en la preferencia por el gusto, el olor, el color, la consistencia y la textura. La industria se aprovecha de este sistema, dando gran importancia a la presentación de los alimentos. Es lo que tradicionalmente se dice “comer con los ojos” o “tiene que entrarme por los ojos”. La persona no escucha los estímulos del cuerpo ni sabe lo que éste le pide, se guía por lo que le ofrecen dejándose arrastrar por los sentidos y ni siquiera lee la lista de aditivos.
El mercado actual consciente de que la gran mayoría de seres humanos reacciona a este tipo de alimentación nos ofrece los alimentos enormemente procesados, adulterados y desnaturalizados sabiendo que tendrán éxito seguro. Esta misma industria gasta la mayor parte de sus beneficios en el procesado y tratado de los alimentos para mostrarlos con colores adicionales empleando colorantes, brillos con ceras y barnices, tamaños estándar conseguidos a partir de invernaderos, productos químicos para el estímulo del crecimiento como fertilizantes, pesticidas y herbicidas y texturas más crujientes, sabores adulterados por los saborizantes o potenciadores del sabor. Todas estas sustancias que contiene actualmente la industria alimenticia parece ser que apenas nadie nota nada al comer estos alimentos.
Nivel 3: Alimentación sentimental
Dentro de este nivel se hallan todos los “ismos” (vegetarianismo, higienismo, naturismo, crudivorismo, etc.). Es un tipo de alimentación muy emocional y siempre está compartida con los demás, por ejemplo, creando ambiente como “la cena a la luz de la vela”. Lo importante es comer todos al mismo nivel que los demás para quedar bien. También son las comidas de las reuniones de negocios en que nadie es consciente de estar comiendo y en las que el nivel nutricional es un desastre pues sólo se está pendiente de los negocios y de hablar sin parar a la vez que se mastica. El noventa y nueve por ciento de la población está en este nivel.
Algunas personas que inician una dieta por problemas de salud no se atreven a utilizar la fiambrera a la hora del desayuno por miedo al qué dirán. Esto sería un ejemplo claro del nivel de alimentación sensorial. La gente no se atreve a llevar a la práctica un sistema que les sacaría de este nivel. Alimentándonos de esta manera perdemos la oportunidad de ser conscientes de cuál es el nivel nutricional y energético de los alimentos que ingerimos.
Por otro lado los que simpatizan con los “ismos” suelen juntarse para practicar sus tendencias en grupo y si pueden las imponen a los que se dejen influenciar apoyando y defendiendo estas tendencias.
Nivel 4: Alimentación intelectual. Bebe 3 litros de agua al día
Está basada en las sugerencias, en general de otros. La mayoría de veces son teorías impracticables salvo para una minoría reducida que cree ciegamente en ellas. A este grupo pertenecen todos los que no creen en la energía sino sólo en la química (calorías, vitaminas, grasas, azúcares…). Valoran la cantidad y no la calidad. La gente bebe tres litros de agua porque ha oído decir que “es buena para limpiar” sin que su cuerpo experimente ninguna sensación de sed. También imitan lo que ha ido bien a otro y que se lo ha comunicado. Este es el grupo de las ideas estandarizadas y como consecuencia nuestro malestar siempre lo relacionamos con cosas externas y muy lejanas, nunca con la comida. Por ejemplo, comentarios como “cuando el día está gris me duele la cabeza”. Con esta desorientación nos venden la comida y el eslogan americano: “todo lo que viene de los países muy lejanos es mucho mejor”. Así acabamos utilizando alimentos desaconsejados para nuestro clima, latitud y estación porque pueden producirnos los efectos contrarios a los que necesitamos. Por ejemplo, tomamos alimentos refrescantes en pleno invierno o alimentos con alto contenido calórico en pleno verano, expansivos y dilatadores cuando queremos contraer y perder peso y contraídos y resecantes cuando necesitamos coger peso o expandirnos. Lo hacemos al revés de lo que nuestro cuerpo necesita sencillamente porque no escuchamos las señales claras que nos da y sí seguimos las pautas que nos marcan los esquemas externos intelectuales.
Nivel 5: Alimentación social
Se basa en el consumismo total y la economía de mercado. Es lo que interesa a la sociedad, lo que deja más negocio, lo que les conviene a algunos dirigentes y empresarios. En este tipo de alimentación nunca se tiene en cuenta qué es lo que menos contamina, la materia prima más barata, cómo podemos beneficiar al máximo número de personas y países, cómo reducir la pobreza, cómo reciclar los envases ya utilizados, cómo invertir el mínimo esfuerzo y tiempo para gozar de la vida, de la familia y de los amigos. Un ejemplo podría ser el consumo masivo de langostinos por Navidad, la masiva plantación de abetos que utilizaremos como adorno típico navideño en nuestras casas y todo ello propiciado en los últimos tiempos por los medios publicitarios y cuya producción en grandes cantidades repercute negativamente en el medio ambiente. Funciona porque la gente se deja arrastrar por estos medios consumiendo lo más caro aún siendo escaso y siempre en detrimento de acabar con la fuente de origen de nuestra alimentación. Este tipo de consumismo obliga a los productores a la máxima adulteración porque sobrepasa la cantidad equilibrada que debería producirse.
Nivel 6: Alimentación ideológica. Mi religión no me permite comer… Lo tenemos prohibido
Esta alimentación está basada en los dogmas y tradiciones religiosas que se siguen sin plantearse qué sentido tienen, sólo por estar mencionada en los libros sagrados la mayoría de veces como símbolos abstractos cuyo significado desconocemos y que en cualquier caso estaba adaptado a la época en que fue escrito. Es la propuesta de los maestros espirituales pero llevada a extremos fanáticos por sus seguidores. Por ejemplo, decir que Buda comía tal o cual cosa cuando en realidad Buda no era budista. Si le hubiésemos preguntado a él qué era o qué se consideraba seguramente hubiera dicho que no era nada, que simplemente “era”, “estaba”. En cambio algunos grupos budistas pretenden imponer el sistema de alimentación de Buda, es decir, los alimentos que consume una persona que está en un nivel de evolución elevado y que se intenta imitar desde un nivel más bajo imponiéndolo. Sus seguidores se hacen la doctrina a su manera. Esto es ideología.
Nivel 7: Alimentación libre
Al contrario de lo que la mayoría cree no se trata de comer lo que nos da la gana sin orden ni control sino todo lo contrario, de haber llevado nuestro ser total a un nivel de pureza y de consciencia tan elevado que él dirige nuestra alimentación de forma sabia y elevada. Nuestro ego obedece y se somete totalmente a las pautas establecidas por nuestro ser superior consciente. Es entonces cuando nos volvemos totalmente libres teniendo la capacidad de saber elegir correcta y naturalmente lo que más nos conviene sin ser víctimas de todos los anteriores niveles de alimentación. Estar libre de todos los condicionantes y ser capaz de elegir correctamente lo que nuestro cuerpo, alma y espíritu necesitan para mantenerse en paz y armonía. Estar libre de todas las adicciones. No desear ningún alimento procesado ni adulterado ni concentrado. El simple sabor natural del arroz, que es un alimento completo, puede saciar totalmente nuestro paladar y nuestras necesidades fisiológicas para reestablecer de nuevo nuestra energía nos basta. Y lo más importante, no introducir en nuestro cuerpo ningún alimento que deje residuos y que éste tenga que luchar y desgastarse para liberarse de ellos o acumularlos en las zonas más débiles de nuestro cuerpo. Es utilizar la Sabiduría, la percepción directa de las cosas y estar libre de las sustancias.
CÓMO SABER SI ESTAMOS SANOS. Las 7 condiciones básicas de la buena salud
Cuando nos preguntamos si estamos lo bastante sanos, la respuesta la podemos averiguar analizando estas 7 condiciones básicas de la buena salud. Si detectamos que alguna es falsa, entonces podemos detectar que algo falla en nuestro interior. Es el momento de revisar nuestra vida en general y nuestra alimentación en particular:
Ausencia de fatiga
Buen apetito
Sueño reparador
Buena memoria
Buen humor
Rapidez de juicio
Sentido de la justicia
Por:Loli Curto
Naturópata.
Especializada en Dietoterapia, Fitoterapia, Aromaterapia y Filosofía Oriental
Artículo publicado en: revistadharma.com