¿Qué es la Microbiótica?
La Microbiótica¹ es un movimiento cultural que amplifica la conciencia. Es una corriente científica y ecológica, terapéutica y nutricional, que busca la sinergia con el reino microbiano para beneficiar la salud del ser humano y de la vida en la Tierra.
La Microbiótica es un nuevo concepto que va de la mano de una nueva palabra que no existe en el diccionario. La empezamos a usar con el primer libro de la Microbiótica. Al principio, utilizábamos “Microbiótica” como sinónimo de microbiota. Pero cuando descubrimos que nos la habíamos inventado, decidimos darle la connotación que para nosotros realmente tiene. En nuestro caso, la Microbiótica es la conexión consciente y amorosa con el mundo microbiano.
¹Lázaro L., Urederra A. y otros, Microbiótica. Ediciones i, 2015
La diferencia con la microbiología es que tanto nosotros como otros muchos investigadores estudiamos los microorganismos sintiéndonos parte de ellos, no condicionados por la cultura bactericida que nos rodea y se nos impone desde hace más de un siglo. Para nosotros, los microbios no solamente son el origen de la vida y los diseñadores de toda la evolución, sino que también somos ellos y ellos somos nosotros.
En la Microbiótica, no hay separación entre el ser humano y los microorganismos que llevamos dentro. Todos somos uno. Por tanto, defendemos una visión de respeto, agradecimiento y reconocimiento hacia esa dimensión invisible que es lo micro en la vida. Es microbiótica cualquier persona que siente simpatía y amor hacia los microbios.
La Microbiótica es como la Asociación de Defensa y Protección de los microbios; aunque más bien es al revés ya que ellos no necesitan de nuestra protección. Pero también es un intento de arracimar en una amplia plataforma los diversos aspectos que interaccionan la vida y el ser humano con los microbios: desde la biología a la astrofísica, desde la etología a la nutrición, y desde la psicoterapia a la gastronomía, la metafísica, la ecología, la medicina o el arte.
Hemos de aclarar que nosotros no estamos descubriendo nada sustancial desde un punto de vista estrictamente científico. Más bien, somos como unos auditores o captadores de tendencias que hemos acuñado este término de Microbiótica para señalar un montón de investigaciones en campos diversos que andaban dispersos pero que, al juntarse, cogen la fuerza de un movimiento o corriente un tanto inclasificable, porque trasciende el puro ámbito científico para expandirse hacia lo poético, lo artístico o incluso lo espiritual.
Lo cierto es que tal vez nos hemos adelantado un poco a las estructuras más serias de la ciencia y la medicina moderna, para enfocarnos en la importancia que tienen los microorganismos para nuestra vida y nuestro futuro. Pero tanto la OMS como los grandes microbiólogos de vanguardia, ya están anunciando el cambio de paradigma: de la era antibiótica a la era probiótica. Aunque todavía este movimiento provida está mediatizado por los grandes intereses económicos de las farmacéuticas.
Toda la medicina está en un momento muy delicado, como el paradigma energético: por un lado, se reconoce el abuso y el daño que están causando los antibióticos en la humanidad, confesando que ya no funcionan en muchos casos; por otro, todavía no existe una industria farmacéutica que pueda sustituirlos con patentes y esas cosas que dan tanto dinero y exclusividad a quienes las detentan. Es como el petróleo, el carbón o la energía nuclear: todo el mundo está de acuerdo en que hay que sustituirlos por el daño que provocan y sus limitadas reservas. Sin embargo, todavía no se abre del todo el vector de las energías renovables o el de las energías libres, porque no están controladas y son un peligro de descentralización económica.
La energía es como la salud, debe ser costosa y estar en manos de unos pocos para que sea un gran negocio. No obstante, la mera suposición de que la energía fuera gratis y que cada persona pudiera ser autosuficiente para siempre con muy poca inversión, sería un peligro para los poderes fácticos establecidos, como ya demostró otro gran profeta, Nikkola Tesla, a finales del siglo XIX.
Esa es la gran revolución que puede suponer la Microbiótica: la solución a la mayoría de los problemas ambientales y de salud, aprovechando el poder regenerador de algunas especies de microorganismos que tienen capacidad para transformar los contaminantes directamente en luz. Y, además, no se pueden patentar porque son patrimonio de la humanidad y están en todas partes: están en las verduras incluso si no se fermentan, en la caca de la vaca o en las tierras de los bosques de todo el planeta.
Existe una cocina y una nutrición simbiótica que busca alimentar a nuestra microbiota intestinal al igual que a nuestras células humanas, siendo conscientes de que son ellas, las bacterias del intestino, quienes realmente nos permiten asimilar los nutrientes y generar la base del sistema inmunológico.
Nuevas corrientes emergentes (la Agricultura Regenerativa y los EMs) apuntan hacia la utilización de los microorganismos beneficiosos de cada lugar para ayudar a la tierra a regenerarse y conseguir abundantes cosechas sin abonos ni pesticidas químicos. Y lo mismo con el ganado. Se puede criar cualquier animal sin atiborrarle de medicamentos y sin que sus excrementos sean un riesgo para la salud medioambiental del planeta.
También hay una ecología que es microbiótica al aplicarla en la depuración de aguas contaminadas de lagos, ríos, plantas depuradoras y fosas sépticas. En este sentido, las tecnologías derivadas de los EM (Microorganismos Efectivos) llevan más de 40 años demostrando la gran utilidad que pueden tener para solucionar problemas ambientales.Se están utilizando microorganismos para limpiar hospitales, oficinas y casas. Se han creado champús, desodorantes, cremas corporales y dentífricos con bacterias que apoyan a la microbiota de la piel, en lugar de exterminarla.
Existen aplicaciones microbióticas en la construcción para acelerar el fraguado del hormigón y que no se oxiden los hierros, para la masa del cemento o la pintura de las paredes; consiguiendo efectos sorprendentes de durabilidad y calidad de hábitat. Incluso se está experimentando con éxito en la limpieza de vertidos tóxicos, como petróleo, productos químicos, plásticos y hasta radiactividad, utilizando microorganismos regeneradores que descontaminan el aire, las aguas o la tierra. Se han descubierto bacterias que se alimentan de sustancias químicas tóxicas y, a la vez, generan energía eléctrica.
Hay bacterias que se comen los plásticos, el PVC y el poliuretano. Otros microorganismos pueden también eliminar los restos de sustancias tóxicas (químicos, metales pesados y radiactividad) en nuestro organismo mediante un proceso de lixiviación y drenaje en el cual se limpian los órganos afectados de contaminantes difíciles de erradicar de otra forma.
Todas estas aplicaciones prácticas para solucionar problemas domésticos son tan solo la punta del iceberg en lo que respecta a cómo los microorganismos pueden colaborar en la mejora de nuestra calidad de vida. Si nos ponemos a trabajar conjuntamente con el mundo microbiano, en vez de hacerles la guerra, como hasta ahora ha sucedido, tal vez encontremos el siguiente paso de la evolución: la conciencia de la YoNosGea o ser un holosimbionte integrado por un conjunto de sistemas donde el Yo individual se funde con el Nosotros de la especie y se amplía hasta la Gea (conciencia viva planetaria). Dicho de otra manera más sencilla: gracias a nuestros microorganismos, podemos vivir en plenitud mucho más tiempo de lo conocido, en armonía con el entorno y con abundancia de recursos para todos.
Finalmente, y en lo que respecta a este libro, la Microbiótica se torna una visión específica para buscar la salud a través de la alimentación y la interrelación armónica entre las células humanas y los microorganismos que las pueblan, porque resulta que todos los alimentos que a nosotros nos sientan bien, a ellas, las pequeñas criaturas no humanas que nos habitan y nos ayudan a mantener nuestra salud, también.
**Del libro Microbiótica Aplicada**
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